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Mes de Diciembre

Muy querid@s  Herman@s: Terminando el año 2019, nos ponemos en sintonía con Ustedes, para compartirles la experiencia vivida durante este mes de diciembre.

2 DE DICIEMBRE:  Con un manantial de amor inagotable, dimos inicio a nuestras festividades navideñas que comienzan con el tiempo de Adviento, tiempo de preparación para la triple venida del Señor: en la debilidad de nuestra carne; en gloria y majestad al final de los tiempos; y esa venida permanente que su presencia en el corazón de cada una de nosotras y que nos convierte en personas a la espera de Dios.
En la Eucaristía del primer domingo, el padre Capellán, bendijo la corona que nos recordaba y motivaba semana tras semana la premura del tiempo y la vigilancia, lanzándonos a un desafío de no perder la esperanza y a seguir firmes en la lucha para que los cielos nuevos y la tierra nueva sea una realidad en tantas oscuridades de nuestro mundo. 

8 DE DICIEMBRE: Así nos acercamos al misterio de la solemnidad de la Inmaculada Concepción, que quiere decirnos que María fue preservada de toda caída. Dios la llevó siempre sobre sus alas. Tanto amó Dios a su pequeña esclava. Y ella tuvo siempre la fe vigilante y despierta, el amor entregado. Cuanto ella más se abajaba, Dios más la subía. Cuanto Dios más le pedía, ella más le obedecía. Unidas a María Inmaculada, Madre e intercesora nuestra le pedimos confiadamente en nuestra liturgia de alabanza, por las naciones que sufren la violencia, injusticia, la insolidaridad. Por las familias, niños, jóvenes, por la Iglesia,  que como Madre y abogada nuestra nos siga protegiendo y bendiciendo. 

14 DE DICIEMBRE: En esta tónica de vigilancia, de espera y de encuentro con nuestra Madre
Santísima, llegamos al 14 de diciembre, solemnidad de nuestro padre San Juan de la Cruz, que con su doctrina nos invita a amar sin medida y en su liturgia de alabanza nos evocaba que el fundamento y la meta de todo es el amor: “El amor es la raíz del ser; del amor hemos nacido: con amor fuimos criados; por eso al amor tendemos y el amor nos quiere entre sus brazos”. “El amor nunca está ocioso, y va despertando y avivando la conciencia de mil maneras, con el fin de enamorar al alma: Cuán manso y amoroso, recuerdas en mi seno, donde secretamente sólo moras, y en su aspirar sabroso de bien y gloria lleno, cuán delicadamente me enamoras”. La eucaristía resultó muy solemne.

24 DE DICIEMBRE: En medio de estas celebraciones, los días pasaban y la liturgia nos iba cada vez metiendo en la espesura y hondón del misterio de la Encarnación que se nos iba acercando. “Yo envío a mi mensajero…”. “No tengas miedo José…”. No tengas miedo Zacarías…”. “No tengas miedo María, bendita tú entre las mujeres…”. “El salvará a su pueblo…”. Con estas motivaciones llegamos a celebrar la Vigilia para iniciar la solemnidad del nacimiento del Señor, con el canto de la Kalenda en las Primeras Vísperas y luego dos hermanas  encargadas, nos prepararon las posadas, que recorrimos por todos los nacimientos hechos por las hermanas responsables de sus oficinas.
La sorpresa que tuvimos fue la visita de nuestro obispo, Monseñor Hermenegildo, quien nos compartió su trabajo, preocupaciones y esperanzas de la Diócesis y de los sacerdotes, por quienes elevamos nuestras oraciones, tal como nos pide nuestra Santa Madre Teresa.
A las ocho nos retiramos a nuestras celdas para prepararnos a cantar  el Oficio de Lecturas con el pueblo y la Eucaristía  a las  diez de la noche, con participación de muchísimos fieles. Terminada la  celebración: “la noche santa no la debemos dormir”, nos dimos el abrazo de una feliz Navidad y nos fuimos al refectorio, donde nos servimos un pequeño refrigerio… y como el Niño no podía venir vacío, a través de la Madre, nos repartió su regalo a cada una. Y nos fuimos a descansar. 

 
25 DE DICIEMBRE: La Eucaristía fue a las 9:00 am. con participación de muchas personas. El padre
Fabián, nuestro capellán, en su reflexión nos incentivó a contemplar el gran misterio de nuestra fe: el vaciamiento de Dios que se funde con lo humano. Dios Omnipotente, sin dejar de ser Dios, ahora es también uno de nosotros. Ha venido a la tierra para devolvernos la condición de hijos de Dios. Pero es necesario que cada uno de nosotros acoja en su interior la salvación que Él nos ofrece.

29  DE DICIEMBRE: FIESTA DE LA SAGRADA FAMILIA:  Ya en estos últimos días del año se va centrando toda la Palabra de Dios y la liturgia diaria en María, José y el Niño Jesús. Una familia que en todos los sentidos, ha marcado indeleblemente el cristianismo. En este día de la Sagrada Familia, encomendamos a las familias que se encuentran en crisis y mirando humanamente es difícil rescatarla, pero el amor de Jesús, José y María nos devolverá unas familias santas. Rezamos el santo rosario, animado por cinco hermanas de la comunidad. 

31 DE DICIEMBRE: Viviendo estas festividades se nos llegó el término del año. La Madre prepara un guión muy emotivo, donde en realidad se siente  que el paso y el peso del tiempo ha terminado. Colocamos en el altar los símbolos:
·        El cirio pascual: Cristo no pasa, está siempre con nosotros.
·        Nuevo calendario: El tiempo que Dios nos regala.
·        12 velas: Por los meses del nuevo año
·        Incienso: Símbolo de nuestra oración.
En el momento del perdón es de ver la fila interminable de niños, jóvenes, hombres y mujeres, adultos y mayores con su papel,  donde anotan sus fallos, debilidades y pecados y se acercan a depositarlo en un tiesto, para quemarlo delante del Santísimo que ya ha sido expuesto. Luego el padre da la absolución general. Se hace un espacio de adoración al Santísimo, se da gracias y al final cantamos el Te Deum. 

Querid@s Herman@s, nada más por hoy. Deseándoles lo mejor en este año 2020, que digamos SÍ  a todo lo que Dios nos vaya dando y pidiendo. Hasta la próxima.

Monasterio “María, Madre de la Iglesia” - Guaranda